Gaudete

Hermoso madrigal anónimo del  siglo XVI, aunque pudo aparecer como un himno monofónico a fines de la Edad Media. La letra se publicó en 1582 en Piae Cantiones, una colección sueco-finlandesa de cantos religiosos. La melodía proviene de antiguos libros litúrgicos.
El texto en latín es un típico cántico medieval que sigue el esquema clásico de una serie de estrofas de cuatro versos seguidos de estribillo. Escuchemos la versión del conjunto argentino  "Música Ficta":






Gaudete, gaudete! Christus est natus
Ex Maria virgine, gaudete!

Tempus adest gratiæ
Hoc quod optabamus,
Carmina lætitiæ
Devote reddamus.

Deus homo factus est
Natura mirante,
Mundus renovatus est
A Christo regnante.

Ezechielis porta
Clausa pertransitur,
Unde lux est orta
Salus invenitur.

Ergo nostra concio
Psallat iam in lustro;
Benedicat Domino:
Salus Regi nostro.








Chacarera de la Anunciación

Letra: P. Normando Requena, ive.
Música: Abel Mónico Saravia
Intérprete: Las Voces del Chañaral, integrada por los sacerdotes P. Andrés Bonello, ive. y P. Ayala, ive.





En un marchador salteño vino el ángel San Gabriel

a donde estaba María mateando con San José.

 

¡Que Dios te salve Maria! dijo el ángel al llegar

la Virgen se sonreía sin saber qué contestar.

 

Me ha mandado el Padre Eterno que le mingues el favor

si quieres Virgen Bendita ser Madre del Salvador.

 

 

Si eso quiere el Padre Eterno que se haga su voluntad

la flor se convierte en fruto y comienza a madurar.

 

 

El ángel monta en su flete y se va meta chiflear

chacareras que en el Cielo comienzan a zapatear.

 

¡Velay! Marchador salteño caballo del buen andar

tus guardamontes son alas para que puedas volar.

 

El algarrobo madura sus dulces vainas al sol

María lleva su fruto cuidándolo con amor.

 

Si eso quiere el Padre Eterno que se haga su voluntad

la flor se convierte en fruto y comienza a madurar.




Navidad criolla, con ritos que vienen de muy lejos

Por Lucía Gálvez


La Navidad trae un mensaje de esperanza, anualmente renovado en este mundo de dolores y miserias. Es un paréntesis en el cual Occidente vive la ilusión de que aún es posible lograr una paz fraterna entre los hombres de buena voluntad.

Como toda celebración humana, esta fiesta se ha expresado a través de música, bailes y canciones, comidas y bebidas especiales, regalos entre los seres queridos. Es decir, todo lo que traiga un poco de alegría a los corazones.


Durante la Antigüedad y la Edad Media, el misterio de la Navidad se acercó al pueblo a través de imágenes pictóricas y escultóricas. La alegría navideña se expresaba también en canciones, bailes y representaciones teatrales realizadas en los atrios de las iglesias. Por eso, cuando San Francisco recreó en la gruta de Greccio el primer pesebre viviente no hizo más que corporizar una imagen muy conocida y querida, que se propagó en toda Europa para pasar con la misma fuerza a América.

Greccio: Gruta del Nacimiento


Cada pueblo puso su nota de color en el escenario navideño. El nuestro fue heredero de la riquísima tradición española, caracterizada por la alegría de sus villancicos cantados al ritmo de panderos, zampoñas, flautas y tamboriles. Los primeros misioneros franciscanos y jesuitas supieron adecuar esta tradición a los distintos mundos indígenas prehispánicos, sin desdeñar influencias autóctonas. Por eso toda Iberoamérica tiene un fondo tradicional común que se remonta a la Edad Media, con los aportes propios en cada región.



El primer pesebre

Según el padre Lozano, historiador jesuita del siglo XVIII, el primer pesebre realizado en territorio argentino fue el que hicieron con arcilla de colores de los cerros los indios omaguacas con la dirección del padre Gaspar de Monroy, en 1594. Fue en el mágico pueblito de Purmamarca, donde todavía era señor el cacique Viltipoco, quien permitió al misionero predicar y celebrar la misa de gallo.


Antes aún, en 1585, el padre Alonso Barzana, también jesuita, había realizado pesebres vivientes entre los indígenas del Tucumán. En una carta de 1613, el padre Cataldino, misionero del Guayrá, cuenta el entusiasmo de los indios ante el pesebre.  “El nacimiento de Cristo Nuestro Señor se celebró este año por primera vez en Loreto con una asistencia enorme de gente que contemplaba con piadoso asombro el pesebre y lo demás que se había preparado para este fin.”

Sabiamente, los jesuitas habían adaptado algunas formas de culto a la idiosincrasia indígena. Los guaraníes y casi todos los pueblos de América expresaban su religiosidad por medio del canto y la danza.

En la región de Santiago del Estero y en todo el Noroeste argentino, fue un franciscano, el violinista y cantor San Francisco Solano, el que más impulso dio a las celebraciones navideñas. Cuenta la tradición que los indios –diaguitas, juríes y tonocotés– quedaban extasiados al oírlo. La alegría de su canto se transmitía a indios, españoles, mestizos y criollos con más eficacia que muchos sermones.

Una de las descripciones más antiguas de celebraciones navideñas es la relación que el padre Antonio Sepp, jesuita tirolés muy habilidoso y amante de la música, escribe en 1701 en la reducción de San Juan Bautista, de indios guaraníes. “Puse al niño Jesús tallado en madera sobre la paja dura, con su querida madre a la derecha, el santo padre nutricio San José a la izquierda, con una vela en la mano, y el buey y el asno a la cabecera del lecho. Los indios adoraban y velaban mi Belén muy devotamente. Algunos ofrecían al niño Jesús un panal; otros, una o dos libras de cera; otros, algunas mazorcas de maíz, zapallos o melones. [...] Di orden a mis músicos de tocar con sus pífanos y flautas unos cantos pastoriles en honor del niño Jesús, y lo hicieron con sumo placer. Luego los cantores entonaron unas canciones de Navidad que había traducido del alemán al guaraní.”



Muchas costumbres introducidas por los misioneros iban a continuar a través de los años, algunas hasta el presente, como las ofrendas de frutos de la región, bailes, cantos y representaciones junto al Nacimiento. En el siglo XVIII se pusieron de moda en el Cuzco unos Niños y belenes de fina hechura, conservados bajo un fanal o campana de cristal. Toda clase de objetos diminutos y bellos rodeaba las figuras: eran los juguetes del Niño.

Córdoba, ciudad rica y piadosa, tuvo muchos de estos Niños. Algunos pueden observarse en el Museo Casa del Virrey Sobremonte y otros están en manos de las familias que los adquirieron.

Fanal colonial americano



El “pasto del Niño”

Durante todo el siglo proliferaron los villancicos barrocos compuestos por músicos criollos, españoles, mestizos o mulatos. Desde México, Perú y Alto Perú llegaron los llamados “villancicos de negros”, que imitaban sus ritmos y modos de pronunciar el castellano. En Jujuy, desde tiempos inmemoriales, niños y adultos bailan por turnos la Danza de las Cintas, trenzando y  destrenzando cintas de colores, después de haber cumplido con la adoración del Niño, mientras cantaban:

“Destrencen las trenzas, vuelvan a trenzar, que el Rey de los cielos se va a coronar.”

También en algunos lugares de La Rioja se conserva la tradición de bailar y cantar, frente al pesebre, el baile de las pastoras y el turumbé. Otra pintoresca tradición, aún vigente en las provincias del noroeste, son los misachicos, procesiones que bajan de los cerros llevando en unas andas adornadas con cintas y flores la imagen del Niño Jesús. Acompañan su marcha con canciones.

Muy significativa es la costumbre de plantar trigo, alpiste, cebada y albahaca en macetas, latas o cajones para utilizar en el Nacimiento. “Pasto del Niño”, dice Julián Cáceres Freyre que se lo llama en La Rioja.

También es habitual en todo el país usar para la fabricación del pesebre toda clase de elementos de la flora autóctona: pasto fresco y musgo, ramas, pencas y cardones, huevitos de pájaros, mica, cardos, tierra y caracoles.

¿Cuándo empezaron a armarse estos pesebres familiares? Agustín Zapata Gollán, el descubridor de Santa Fe la Vieja (la que fundó Garay en 1573 y fue trasladada al sitio actual a mediados del siglo XVII), encontró, durante las excavaciones en Cayastá, dos moldes de barro cocido de los que obtuvo “la mitad de una pequeña cabeza de Virgen finamente modelada y la mitad de la cabeza de un ángel”, lo que permite suponer que servían para hacer pesebres en serie.

Cada región, cada lugar, puso su nota peculiar a los deliciosos, ingenuos villancicos, de neto corte hispánico. También de tiempos remotos llegaron los autos sacramentales, que se representaban y aún se representan para Navidad, algunos con la sencillez de un “pesebre viviente” y otros con mayores pretensiones dramáticas y musicales.



A la moda de Europa

Durante el siglo XIX, el culto por el pesebre era ya una tradición. “En el hogar de los patrones ha de nacer Jesús –evoca Ricardo Rojas en «La Nochebuena campesina»–. Coros de niñitos que fingen ángeles alados y vestidos de blanco cantan entre gallardetes y luces. Y cuando el coro finaliza, al primer son de la orquesta se abre el corro y al medio salta la primera pareja, ondeando ya sus pañuelos para la zamba.”




Delfina Bunge de Gálvez, nacida en 1881, dejó un testimonio sobre un pesebre privado de una familia criolla de San Isidro, a la que fue a visitar siendo niña:  “Ocupaba una pared entera, de rincón a rincón y del piso al techo... Era como una rápida ladera de montaña. Mucho tardamos en detallar aquel pesebre. ¿Qué no había en él? Tierra verdadera con pasto verdadero, pastores y ovejas en profusión, puentes y caminos. Lo que más me gustaba era el río, de verdadera agua, que corría debajo de un puente rústico”.

Algunas familias de origen inglés o alemán iniciaron por entonces una tradición del norte de Europa, que se propagaría por todo el país a mediados de este siglo: el árbol de Navidad. En sus orígenes germanos, simbolizaba el árbol de la vida cargado de frutos mágicos. Los misioneros lo adaptaron al cristianismo, agregándole la estrella de Belén.

Las multitudes que fueron llegando de otros países a fines del siglo XIX y a principios del XX aportaron nuevas tradiciones a las navidades criollas. Cantares y costumbres que venían de tiempos de la colonia se enriquecieron con villancicos italianos, alemanes, franceses, ingleses, húngaros, polacos, etcétera, aportados por la gran inmigración.

Junto a ésta, la europeización de las clases altas introdujo importantes cambios en las comidas criollas tradicionales de la Nochebuena: las empanadas y pasteles, cabritos asados, alfeñiques y toda clase de dulces caseros fueron dejando su lugar a platos y bebidas propios de otras latitudes: pavo, turrón, sidra, champagne, pan dulce. Sólo perduraron de antaño las pasas, higos y nueces que venían de Cuyo o del Noroeste. Hasta los colores propios de la Navidad fueron cambiando: los azules, plateados y dorados de campanas y estrellas fueron dejados de lado por los adornos en verde del muérdago y el rojo de las medias de lana.

Hacia mediados del siglo se trabó una competencia para ver quién traía los regalos: ¿el Niño Dios o Papá Noel, también conocido como Santa Claus? Este personaje, que hizo irrupción junto con toda una parafernalia de trineos, renos, nieve, bolsas de juguetes, ropas rojas y barbas blancas, no era otro que el buen obispo San Nicolás de Bari –que acostumbraba tirar monedas de oro por las ventanas a las doncellas sin dote–, con vestimenta apropiada para los fríos países nórdicos.


En este difícil 2002, la Argentina necesita, más que nunca, acentuar el aspecto espiritual de la Navidad, recordar que ésta es, para los creyentes, el mensaje de esperanza y salvación traído por el nacimiento de Jesucristo y, para todos los hombres y mujeres de buena voluntad, la fiesta del amor, de la paz y de la unión familiar.





El sueño de José

por Antonio Caponnetto


"Y estando José pensando en abandonar en secreto a María, he aquí que el Ángel del Señor le apareció en sueños, diciendo: ‘José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque su concepción es del Espíritu Santo".(Mt 1,20)




Le pesaban los brazos más que nunca esa noche,
de acarrear la madera, de dar forma a aquel leño,
fatigado de troncos y virutas filosas
el cuerpo le pedía la horizontal del sueño.

Sumaba otro cansancio que no da el martilleo
ni el buril contra el cedro o el listón de cerezo,
limaduras del alma cuando duda y vacila
reclamando el sosiego del tálamo o el rezo.

A solas con la pena de sospechar amando
-amando la pureza del ser indubitable-
lo vio dormir inquieto la luna nazarena
propicia para un ángel que en el silencio hable.

Lo llamó por su nombre, agregando el linaje
por remebrar promesas como el vino a la Vid,
por disiparle el miedo, el pálpito escondido:
Nada temas José, hijo leal de David.

Lo que guarda tu esposa no es obra de la carne,
ni de los terrenales y humanos himeneos,
es el Verbo anunciado desde todos los siglos,
nacerá entre pastores, sonarán jubileos.

Alégrate en las nupcias anunciadas al alba,
selladas con el “hágase tu palabra en mi vida”.
Y al mentar al misterio, calló el ángel doblando
en señal de alabanza su ballesta bruñida.

Llegada la vigilia y con ella la lumbre
al corazón contrito como al del justo Job,
se hizo lirio el cayado y una rosa el recelo,
su paz era una escala que remembró a Jacob.

Danos José la gracia de saber que la Esposa
no es la adúltera oscura de quien la quiere infiel,
no es la merecedora del epíteto duro
sino esa tierra fértil “que mana leche y miel”.

Cuida Santo Patriarca al Niño y la Señora,
de los lobos bramando en negras ventoleras,
cuídanos el pesebre, el sagrario y la misa,
quede todo en tus manos augustas, carpinteras.

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Villancicos y otras piezas musicales

Carol de Coventry
Jesus refulsit omnium: el villancico más antiguo
La peregrinación
Riu, riu, riu
Chacarera de la Anunciación

Poesía

Agüero, Luisa :  Santa y Feliz Navidad 
Caponnetto, Antonio: El sueño de José
Glosas de una Letrilla de San Juan de la Cruz para Adviento

Oraciones

Bendición del Belén familiar
Ofrecimiento de la historia de vida



El Niño Jesús en el arte

El Buen Pastor
La adoración de los pastores (detalle)
Niño Cocinero
Niño sentado

De Adviento a Epifanía: la palabra del Papa

Francisco: de la homilía de la Misa de Epifanía, Roma, 6/1/2016
Francisco:  de la meditación del Angelus, Roma, 6/1/2016

Artículos varios

Jesucristo viene con poder sanador
La Navidad en los Evangelios
Navidad criolla con ritos, que vienen de muy lejos




Riu riu riu

El Cancionero de Uppsala (1556), también conocido como Cancionero del Duque de Calabria o Cancionero de Venecia (por el lugar de su publicación), es un libro que contiene villancicos españoles de la época renacentista.

“Riu, riu, chiu”, incluído en el Cancionero de Uppsala, es posiblemente el villancico navideño más famoso del Renacimiento; prácticamente, no hay ensamble, coro o grupo vocal de música antigua que no lo incluya en su repertorio.

El refrán o estribillo original de este villancico dice:

Riu, Riu, Chiu,
la guarda ribera,
Dios guardó el lobo
de nuestra cordera.

Nos viene a decir que, así como los grandes ríos suponen una barrera natural para los lobos, ofreciendo por tanto protección a los rebaños de los pastores de la orilla o ribera opuesta, Dios mantuvo inmune de toda mancha de pecado original a la Virgen María (simbolizada en este caso por una cordera).

Jesucristo, el Salvador prometido, tendría que venir a nosotros mediante un acto purísimo, libre de todo defecto o pecado, para que esto fuera así tendría que nacer en una mujer totalmente pura desde el punto de vista sobrenatural y moral. En el capítulo 3 del Génesis, después de pecar “nuestros primeros padres”, dice Dios a la serpiente: «Voy a poner perpetua enemistad entre tú y la mujer, entre tu linaje y su descendencia». En este caso, al tratarse de un villancico pastoril, se ha sustiuido la serpiente por el lobo.

Como vemos, se nos cuenta de una manera simbólica, que la Virgen María fue preservada del pecado original desde el primer instante de su concepción, es decir, de la inmaculada concepción de María.


Aquí podemos escuchar una espléndida interpretación del villancico interpretada por el ensemble  Accademia degli Imperfetti.





Riu, Riu, Chiu,
la guarda ribera,
Dios guardó el lobo
de nuestra cordera.

El lobo rabioso
la quiso morder,
mas Dios poderoso
la supo defender,
quísole hazer que
no pudiesse pecar:
ni aún original
esta virgen no tuviera.


Este qu’es nasçido
es el gran monarcha,
Christo patriarcha
de carne vestido.
[H]anos redimido
con se hazer chiquito,
aunque era infinito,
finito se hiziera.


Este viene a dar
a los muertos vida,
y viene a reparar
de todos la cayda.
Es la luz del día
aqueste moçuelo;
este es el cordero
que San Juan dixera.


Muchas profecías
lo [h]an profetizado,
y aún en nuestros días,
lo hemos alcançado;
a Dios humanado
vemos en el suelo,
y al hombre en el cielo
porque’l le quisiera.


Yo vi mil garçones
que andavan cantando,
por aquí volando
haziendo mil sones,
diziendo a gascones:
Gloria sea en el cielo
y paz en el suelo,
pues Jesús nasçiera.

Mira bien que os quadre
que ansina lo oyera:
que Dios no pudiera
hazerla más que madre;
el qu’ era su Padre,
[h]oy d’ ella nasçió,
y el que la crió,
su Hijo se dixera.


Pues que ya tenemos
lo que deseamos,
todos juntos vamos,
presentes llevemos;
todos le daremos
nuestra voluntad,
pues a se igualar
con el hombre viniera.

Carol de Coventry

El Villancico de Coventry es una pieza musical del siglo XVI, generalmente ejecutada como parte de una auto sacramental. Se refiere a la matanza de los Inocentes. Musicalmente, es una canción de cuna.





Lullay lullu, thou little tiny child 
By by, lullay lullay 

O sisters too, how may we do 
For to preserve this day 
This poor youngling 
For whom we sing 
By by, lullay lullay? 


Herod, the king 
In his raging 
Chargeth he doth this day 
His men of might 
In his own right, 
All young children to slay 

That woe is me 
Poor child for thee! 
And ever morn and day, 
For thy parting 
Neither say nor sing 
By by, lully lullay! 





La Peregrinación

(Huella)
Letra: Félix Luna
Música: Ariel Ramírez
Intérpretes: Los Fronterizos







A la huella, a la huella
José y María,
por las pampas heladas
cardos y ortigas.

A la huella, a la huella
cortando campo,
no hay cobijo ni fonda
sigan andando.

Florecita del campo,
clavel del aire,
si ninguno te aloja
¿a dónde naces?

¿Dónde naces, florcita,
que estás creciendo,
palomita asustada,
grillo sin sueño?

A la huella, a la huella
José y María
con un Dios escondido,
nadie sabía.

A la huella, a la huella
los peregrinos,
préstenme una tapera
para mi Niño.

A la huella, a la huella
soles y lunas,
los ojitos de almendra,
piel de aceituna.

¡Ay burrito del campo!
¡Ay buey barcino!
¡Que mi Niño ya viene,
háganle sitio!

Un ranchito de quincha,
sólo me ampara,
dos alientos amigos,
la luna clara.

A la huella, a la huella
José y María
con un Dios escondido,
nadie sabía.

Jesucristo viene con poder sanador

por Mons. Demetrio Fernández, obispo de Córdoba (España)
18 de diciembre 2015




Se acercan los días santos de la Navidad. Días de gozo y salvación, porque la Madre de Dios nos da a luz al Hijo eterno de Dios hecho hombre en sus entrañas virginales, permaneciendo virgen para siempre. El Hijo es Dios y la madre es virgen, dos aspectos de la misma realidad, que hacen resplandecer el misterio en la noche de la historia humana. La Iglesia nos invita en estos días santos a vivir con María santísima estos acontecimientos.

El nacimiento de una nueva criatura es siempre motivo de gozo. El Hijo de Dios ha querido entrar en la historia humana, no por el camino solemne de una victoria triunfal. Podría haberlo hecho, puesto que es el Rey del universo. Pero no. Él ha venido por el camino de la humildad, que incluye pobreza, marginación y desprecio, anonimato, ocultamiento, etc. Y por este camino quiere ser encontrado. Hacerse como niño, hacerse pequeño, buscar el último puesto, pasar desapercibido… son las primeras actitudes que nos enseña la Navidad. Para acoger a Jesús, él busca corazones humildes, sencillos y limpios, como el corazón de su madre María y del hace las veces de padre, José.

El misterio de la Encarnación del Hijo que se hace hombre lleva consigo la solidaridad que brota de este misterio. “El Hijo de Dios por su encarnación se ha unido de alguna manera con cada hombre” (GS 22), nos recuerda el Vaticano II. El misterio de la Encarnación se prolonga en cada hombre, ahí está Jesús. Y sobre todo se prolonga en los pobres y necesitados de nuestro mundo. Con ellos ha querido identificarse Jesús para reclamar de nosotros la compasión y la misericordia.

El anuncio de este acontecimiento produce alegría. Es la alegría de la Navidad. Pero no se trata del bullicio que se forma para provocar el consumo, no. Se trata de la alegría que brota de dentro, de tener a Dios con nosotros, de estar en paz con El y con los hermanos. Nadie tiene mayor motivo para la alegría verdadera que el creyente, el que acoge a Jesús con todo el cariño de su corazón. Pero al mismo tiempo, el creyente debe estar alerta para que no le roben la alegría verdadera a cambio de un sucedáneo cualquiera.

Viene Jesús cargado de misericordia en este Año jubilar. Viene para aliviar nuestros cansancios, para estimular nuestro deseo de evangelizar a todos, para repartir el perdón de Dios a raudales a todo el que se acerque arrepentido. Mirándonos a nosotros mismos muchas veces pensamos que en mi vida ya no puede cambiar nada y que en el mundo poco puede cambiar cuando hay tantos intereses en juego.

Sin embargo, la venida de Jesús, su venida en este Año de la misericordia es un motivo intenso de esperanza y es un estímulo para la conversión. Yo puedo cambiar, tú puedes cambiar, el mundo puede cambiar. Jesús viene a eso, a cambiarlo y renovarlo todo, para acercarnos más a él y a los demás. Se trata de esperarlo, de desearlo, de pedirlo insistentemente. El milagro puede producirse. La navidad es novedad.

Que al saludarnos y desearnos santa Navidad, feliz Navidad, convirtamos el deseo en oración. El mundo actual vive serios conflictos, que pueden destruirnos a todos. Jesucristo viene como príncipe de la paz, con poder sanador para nuestros corazones rotos por el pecado y el egoísmo. Acudamos hasta su pesebre para adorarlo. Él nos hará humildes y generosos. Él nos llenará el corazón de inmensa alegría, como llenó el corazón de los pastores y de los magos, que le trajeron regalos. Con María santísima vivamos estos días preciosos de la Navidad.

Bendición del Belén familiar

Por Juanjo Romero (España)



Es laudable la costumbre de instalar en las casas y en las iglesias un «belén» o «nacimiento», que recuerda y ayuda a vivir el misterio de la Navidad.
Para dar más sentido religioso o para significar su inauguración puede hacerse un rito de bendición, que signifique el comienzo de las solemnes fiestas navideñas. He aquí un guión tentativo:



Guía:En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

. Amén.

Guía: Alabemos y demos gracias al Señor, que tanto amó al mundo que le entregó a su Hijo.

. Bendito seas por siempre, Señor.

Guía: Durante estos días contemplaremos asiduamente en nuestro hogar este pesebre y meditaremos el gran amor del Hijo de Dios, que ha querido habitar con nosotros. Pidamos, pues, a Dios que el pesebre colocado en nuestro hogar avive en nosotros la fe cristiana y nos ayude a celebrar más intensamente estas fiestas de Navidad.

(Se  lee un texto de la sagrada Escritura).

Guía: Palabra del Señor.

(Después de la lectura, según las circunstancias, puede cantarse un canto adecuado).

Guía: En este momento en que nos hemos reunido toda la familia para iniciar las fiestas de Navidad, dirijamos nuestra oración a Cristo, Hijo de Dios vivo, que quiso ser también hijo de una familia humana. A cada petición respondemos: Por tu nacimiento, Señor, protege a esta familia.


  • Oh Cristo, por el misterio de tu sumisión a María y a José enséñanos el respeto y la obediencia a quienes dirigen esta familia.
  • Tú que amaste y fuiste amado por tus padres, afianza a nuestra familia en el amor y la concordia.
  • Tú que estuviste siempre atento a las cosas de tu Padre, haz que en nuestra familia Dios sea honorificado.
  • Tú que has dado parte de tu gloria a María y a José, admite a nuestros familiares, que otros años celebraban las fiestas de Navidad con nosotros, en tu familia eterna.

Guía: Oh Dios, Padre nuestro, que tanto amaste al mundo que nos has entregado a tu único Hijo Jesús, nacido de la Virgen María, para salvarnos y llevarnos de nuevo a ti, te pedimos que con tu bendición  estas imágenes del nacimiento nos ayuden a celebrar la Navidad con alegría y a ver a Cristo presente en todos los que necesitan nuestro amor.
Te lo pedimos en el nombre de Jesús, tu Hijo amado, que vive y reina por los siglas de los siglos.

. Amén.

Guía: Cristo, el Señor, que se ha aparecido en la tierra y ha querido convivir con los hombres nos bendiga y nos guarde en su amor.

. Amén.